El Libro de Nuestra Historia
Ya desde los remotos tiempos del paleolítico, los seres humanos dejaron su huella en Lobeira. El arqueólogo de Bande, don Celso Rodríguez Cao, encontró algunos materiales en la zona de "La Vega", en un paraje casi siempre cubierto por las aguas del embalse de "Las Conchas".
Los sepulcros y dólmenes salpican Lobeira y forman parte indiscutible de su paisaje. Las primeras referencias modernas acerca del megalítico en Lobeira se encuentran en la famosa obra de don Ramón Barros Sivelo, "Antigüedades de Galicia" (1875), en la que califica el monte de "Las Motas" como un inmenso crónlech. A pesar del interés mostrado por Florentino Cuevillas y otros arqueólogos de la época, la necrópolis no fue considerada como se merece. Una necrópolis que comienza en los alrededores del pueblo de A Fraga y que se extiende por los montes de Bangueses-Verea, penetrando en el territorio portugués, en Rodada-Castro Leboreiro.
A pesar de que no constituyen un tipo excesivamente elaborado de megalitos, los estudiosos del tema se sorprenden por el elevadísimo número y las extrañas alineaciones que conforman, a veces solamente visibles desde el aire. El profesor Eguileta Franco, dedicó buena parte de su carrera profesional al estudio de la Baixa Limia, y no solamente se limitó a una exhaustiva descripción, sino que tentó una interpretación y reconstrucción de lo que era la vida cotidiana hace 5.000 años. Resaltó el significado territorial de los megalitos, haciendo hincapié en su localización al lado de los caminos, sirviendo como hitos fronterizos y balizador de las diversas etnias.
Señala asimismo que en esa época se hizo la primera alteración importante del medio natural, constituido hasta entonces por una masa forestal casi impenetrable, ahora transformada en tierras de cultivo por el sistema de quema, o "estivada", y la primera estratificación social, como muestran la diversidad de ajuares encontrados en los dólmenes.
A destacar también el inmenso sentido de sacralidad que impregnaba el mundo del megalítico, sin separaciones entre lo laboral, lo lúdico, lo profano y lo sacro.
Aunque el ajuar proporcionado sea escaso, reduciéndose apenas a unos pedazos de cerámica y puntas de flecha conservados en el Museo Arqueológico de Ourense, los buscadores de tesoros no pudieron llevar las artes rupestres que aun se pueden admirar en la Sierra de Leboreiro.
Tanto en Pena Franqueira como en Penafiel o Pena das Sete Cruces, pueden verse multitud de signos, entre los que predominan las formas cruciformes inscritas en círculos. Las tres estaciones son un claro ejemplo de la acendrada espiritualidad de los hombres de la época.
Las referencias a las invasiones célticas no faltan tampoco, como sucede en toda Galicia; abundantes testimonios de Barros Silvelo, hasta Cuevillas, no dudan en afirmar que las montañas de Entrimo y Lobeira fueron residencia habitual de los Oestrimnios, ya citados por los clásicos griegos y latinos, y de los Saefes, sus antagonistas, los míticos adoradores de serpientes, que acabarían por expulsar a aquellos de su territorio.
Sea o no verdad, lo cierto es que las leyendas en torno a hombres encantados con forma de serpientes que vivían en lo alto de la Sierra del Leboreiro, aun circulan a día de hoy entre nuestros mayores.
Sin perjuicio del valor etnográfico y folclórico de estas narraciones, lo cierto es que en la actualidad se prefiere la denominación de cultura “castreña” al período inmediatamente anterior a la romanización, en detrimento de "celtismo". De este período encontramos los castros: La Corona y la Xulleira en Santa Cristina; El Crasto, y A Fraga; Cota da Vila, en Lobeira; Crastelo, en San Xés; y Castelo de San Adrao, en Caballeros.
Los posibles asentamientos castreños estarían localizados en el monte de O Viso, en Lobeira, y O Veloso, entre Lobeira y Parada de Monte. Tal densidad de asentamientos castreños, en relación con la población y la extensión territorial es difícil de encontrar en toda Galicia.
La relativa importancia que en la antigüedad tuvo Lobeira no pasó desapercibida para conquistadores como Fenicios, Cartagineses y Romanos. Las fuentes clásicas grecolatinas son pródigas en relatos acerca de unos misteriosos pueblos al norte del Duero, en un reino paradisíaco pródigo en el culto a los muertos.
Ya de muy antiguo, contaban los griegos y fenicios que una tribu asentada en la orilla del Guadalquivir, los Turdetanos, habían emigrado al norte para encontrarse con una tribu "céltica" con la que estaban emparentados, los Kallaikoi ("montañeses", en su lengua), parece ser que al cruzar el río Lethes (Limia), se sublevaron y mataron a sus jefes, arrojando las armas al río, olvidando su lengua y hasta sus nombres, y viviendo en paz en ese paraíso natural, sin regresar jamás a sus tierras del sur.
Los romanos, en su avance hacia el norte, muy supersticiosos, se hicieron eco de esta leyenda. Décimo Xunio Bruto, tras derrotar cerca de Porto a las huestes de Viriato, se lanza a exterminar los Kallakoi, aliados de aquel. Al llegar a la orilla del río Limia, al norte de la desembocadura de Olelas y Salas, es decir, probablemente en el actual municipio de Lobeira, los soldados, recordando la leyenda, quizás urdida y deformada por los comerciantes griegos y fenicios a fin de persuadir a posible futuros conquistadores, impresionados por la vegetación y con las referencias que tenían de los Kallaikoi, lejos asimismo de sus bases de aprovisionamiento, y quizás sin recibir sus salarios, se negaron a cruzar el "flumen oblivionis" (río del olvido).
En un acto de valentía y desesperación, Bruto arrebata el estandarte al alférez abanderado, cruza el río y comienza a llamar uno por uno a todos sus hombres. Siguiendo a Cuevillas, los Kallaikoi habitaban el valle del río Fragoso-Aveleda por el que los romanos tuvieron que remontar este río en Lobeira, para someter a los rebeldes castreños, que prefirieron la muerte antes que someterse al enemigo.
De la era romana no quedan demasiados vestigios, apenas un puente, "Ponte Pedriña", en As Conchas, hoy bajo el embalse, y a unos cuatro o cinco kilómetros de la vía romana de Braga a Astorga, en la parroquia de Santa Cruz y Santa Comba. Es precisamente en Santa Comba donde se irguió la población romana más importante de la zona, "Aquis Querquenis, en el Ayuntamiento de Bande.
Las invasiones germánicas son el período menos documentado, según el catedrático Elixo Rivas Quinta, los nombres de tres aldeas de Lobeira tienen origen románico: Sabariz (Villa Sabaricii), Senderiz(Villa Sentarii) y Baldemir (Villa Baldemirii), no quedando claro que esto sea realmente así.
La invasión árabe parece que no cuajó en Lobeira, viéndose todo el convento jurídico bracarense muy pronto libre de visitantes, aunque las consecuencias de la despoblación ocasionada por las correrías del caudillo árabe Abd-él-Aziz tardaron un siglo en ser superadas. Sólo en la época de San Rosendo, a mediados del siglo X, Lobeira recuperó los parámetros normales en demografía e importancia estratégica.
Parece ser que los lobeirenses estaban más ocupados en pelear entre sí que en prestar atención a los foráneos. Así, en el año 979, en plena rebelión de los nobles gallegos contra Ramiro II y después contra Bermudo II, reyes galaico-leoneses, parece ser que hubo una fuerte resistencia en tierra de Lobeira y Castro Leboreiro. Desde la fortaleza de Santa Cruz se cometieron toda clase de atropellos contra las propiedades eclesiásticas, sobre todo las del Monasterio de Celanova, señor feudal de aquellos dominios.
Por esto, el rey Alfonso VII el emperador, se ve obligado a sofocar las rebeliones y a confirmar mediante privilegios y cotos el dominio de Celanova sobre las tierras de Lobeira, especialmente la sierra del Leboreiro, que en aquella época tenía una gran riqueza ganadera. De esta manera, aunque los reyes irán confirmando sucesivamente el dominio de Celanova sobre las riquezas del Leboreiro, Alfonso IX de León reserva para sí el dominio directo de muchos municipios, entre ellos el de Lobeira (en 1228), sobre todo porque se trata de la localidad menos poblada, que se sepa, que fue aforada.
Aparte de Lobeira, solamente cuentan con fuero las villas de la entidad de Allariz, Castro Caldelas, Ribadavia y la fortaleza de Milmanda. Parece ser que Don Alfonso buscaría refugio en Castro Leboreiro, para huir de la corte a causa de las intrigas urdidas en su contra y a favor de su hermanastro don Sancho. Cuando el rey se encontraba en Lobeira recibió la vista de dos caballeros, que le notificaron que la conjura había fracasado, y el rey agradecido a Lobeira por su hospitalidad, regaló el fuero a la población.
Lo cierto es que este fuero, guardado hoy en el Museo, fue invocado en diversas ocasiones por los habitantes de Lobeira, sobre todo en épocas de guerra, siendo la última confirmación conocida la de Felipe V en 1709. En 1753 el Fuero se encontraba en la Real Contaduría de su Majestad, pendiente de aprobación, prórroga del referendo real. Aparte de la correspondiente a la Jurisdicción de Lobeira, se redactó en la "Casa Grande das Lamas" de Santabaia, en la parroquia de San Vicente de Lobeira, bellísima construcción de antigüedad incalculable, actualmente de propiedad privada.
Siguiendo con la historia, Lobeira como enclave fronterizo siempre fue víctima de las guerras que enfrentan al Reino de Castilla con el incipiente Ducado Portucalense, pronto convertido en reino. Constantes invasiones de los ejércitos de Don Afonsso Enríquez I de Portugal, siempre ambicioso de las tierras limianas y verinenses, que solamente muchos años más tarde quedaría definitivamente incorporado a la Corona de Castilla.
Debido a que el castillo de Araúxo, en Lobios, y el de Santa Cruz, en Lobeira, se mantuvieron fieles a la causa de Pedro I "El Cruel", Entrimo y Lobeira fueron donados, al menos los territorios comprendidos en los fueros reales, por Enrique II, el Trastámara, vencedor de la contienda a Don Juan Rodríguez de Biedma, siendo este hecho el embrión del futuro Condado de Monterrei.
Las guerras irmandiñas también asolan Lobeira; consecuencia de estas es la destrucción del Castillo de Santa Cruz en el siglo XV, aunque no se pueden encontrar restos de este castillo que permitan asegurar que allí existía una fortaleza.
El siglo XVII supone para Lobeira una de las etapas más desgraciadas, desde la sublevación de Portugal hasta su definitiva independencia, la prohibición de comerciar con el país vecino, y las constantes invasiones obligan a los lobeirenses a invocar los privilegios concedidos por Alfonso IX. Así, a cambio de sostener Lobeira el cuartel general de las tropas españolas, el rey Felipe III no sólo confirma el antiguo fuero, sino que en 1608 concede a Lobeira una exención total de pago de tributos de la Corona, que se había fijado en su día en la cantidad de trescientos maravedíes anuales.
En junio de 1663 parten tropas desde Ourense en dirección a Lobeira, donde quedarían constituidas a las órdenes de Don Baltasar de Rojas y Pantoja, para defenderse del ejército portugués. Los portugueses fueron expulsados, conquistándose el castillo de Lindoso, de donde son expulsadas las tropas españolas apenas unos meses después. Cuando parecía que la situación se iba canalizando, la guerra de Sucesión (1700-1713) asola de nuevo nuestra tierra.
De nuevo las constantes luchas entre portugueses, esta vez apoyados por Inglaterra, y los españoles, hacen que la vida se vuelva insostenible en Lobeira. En 1704, el Capitán General del Reino de Galicia dispone que las tropas que estaban desde antaño acuarteladas en Lobeira siguieran las fluctuaciones de la frontera, de las que aun hoy quedan restos en la frontera con Portugal, las requisas de las cosechas y las quemas de las mieses, obligan de nuevo a invocar las ventajas de su fuero. En 1711 la situación se hizo tan insostenible para Lobeira que esta se resiste al pago del último impuesto exigido por la guerra, consistente esta vez en una inmensa cantidad de forraje para el ganado, por el que el Alcalde de la villa, así como un escribano, son encarcelados.
Cuando se confecciona el Catastro del Marqués de Ensenada, en respuesta número dos del formulario se refleja que el fuero de Lobeira se encuentra pendiente de la confirmación de la Real Contaduría de Madrid, confirmación que aun no fue encontrada, siendo la última la de Felipe V en 1709. A mediados del siglo XVIII, doña Olga Gallego Domínguez, eminente medievalista y académica, señala que únicamente cinco territorios orensanos tenían rango de Jurisdicción Real o Realengo: Ourense, O Bolo, Viana, Entrimo y Lobeira.
Los comienzos del siglo XIX tampoco fueron buenos para Lobeira, la invasión napoleónica tuvo nefastas consecuencias para Galicia. Nuestro pueblo tuvo un destacadísimo protagonismo en esa etapa, pues la Baixa Limia fue quizás el único enclave gallego que quedó libre de invasores. Lobeira fue destino seguro para refugiados de toda España, que huyendo de la invasión, constituyeron la famosísima "Suprema Junta de Lobeira", que ostentando los poderes delegados en ella por la Suprema Junta Central, formó un regimiento de elite de 2.100 hombres, que tuvo una destacadísima actuación en la expulsión de los franceses de nuestro suelo. Como hecho más glorioso en su haber, puede señalarse el asedio y conquista de Vigo.
La Xunta fue presidida desde sus primeros momentos por el titular del obispado de Ourense, Doctor Quevedo y Quintano, siendo el delegado del poder central el Coronel García de él Barrio. El llamado "Regimiento de Voluntarios de Lobeira" fue condecorado en diversas ocasiones, y tuvo gran importancia, años después, en las guerras de independencia de las colonias de América. Un hecho de enorme trascendencia histórica es que Lobeira ocupó, de facto y de iure, la capitalidad del Reino de Galicia durante unos días en 1809, pues fue el único enclave de Galicia que permaneció libre de la ocupación francesa, representando a la Junta Suprema Central de España tras la caída de A Coruña pocos días antes de constituirse.
Hay que señalar un hecho muy importante en Lobeira en 1836: La fusión de los antiguos municipios de Lobeira, San Xes y Grou. La mayor parte de municipio de Grou fue absorbido por el de Lobios, con lo que el de Lobeira, que en tiempos de Alfonso IX llegaba hasta Riocaldo, se vería muy reducido.
Durante el siglo XIX se produjo un acontecimiento envuelto de leyenda: se trata de la detención de José Benito Brandón y Elices, el "Exclaustrado de Diabelle", famoso guerrillero carlista y antiguo agente secreto al servicio del reino de Portugal. El monje-soldado, natural de Calvos de Randín, sería inmediatamente ejecutado en Ourense, con lo que las revueltas carlistas en la zona quedarían pronto sofocadas (según Méndez Ferrín). Este episodio supera lo meramente histórico, pues supuso el final definitivo del Antiguo Régimen de nuestra comarca, pues los privilegios que ostentaban las tierras de Brandín y Baltar, así como la condición de Realengo de Lobeira y Entrimo, fueron eliminados, comenzando así estas tierras una decadencia de la que aun hoy no se recuperaron.
La importancia de Lobeira quedaría reflejada en muchas obras históricas y múltiples referencias de eruditos e historiadores. Ramón Barros Silvelo, "Antigüedades de Galicia", 1875; Benito Fernández Alonso, "Guerra Hispano-Lusitana" y "El Río Limia y sus contornos";Xurxo y Xoaquín Lorenzo Fernández, " El carro y el hombre", que entrando en contacto con el departamento de lenguas románicas de la Universidad de Hamburgo hacen que el profesor Fritz Krüger publique el libro "Die Nordwestiberische Volkskultur" ("El léxico rural del noroeste ibérico"); Carlos Velo, Galicia-Finisterra. Siempre bajo el patrocinio de Xoaquín Lorenzo, Florentino Cuevillas y otros eruditos de la época, estudian el fenómeno megalítico y castreño de Lobeira, publicándose estas conclusiones tanto en el Boletín de la Real Academia Gallega como en la revista "Nós".
En la actualidad destacan José María Eguileta Franco, con una ingente labor catalogadora del fenómeno prehistórico, y Xoaquín Lorenzo, continuando su labor investigadora, publica multitud de artículos en revistas germanas, españolas y portuguesas.