BENITO VICETTO EN "HISTORIA DE GALICIA" (1866)
"Braganza que no tenia tan buenas murallas como Braga y se hallaba menos provista de víveres y de soldados, no cerró las puertas al cónsul; el cual contento con esto, solo exigió una contribución de guerra y amistad al pueblo romano; prosiguiendo su marcha impertérrita hácia el Limia, Letheo, Fluvios Oblibiones, ó rio del Olvido.
El rio Limia nace en nuestra sierra de San Mamed, entre Torre de Portela y Codesedo; corre á formar el lago á que da nombre; se precipita por Mosteira, Saubredo y Manin en Portugal, poco mas arriba del castillo de Lindoso, y desagua en el mar en la villa de Viana.
Al llegar á este rio Décio Junio Bruto con su legion, es de presumir que tratara de salvarlo por el punto mas vadeable, y por lo mismo consideramos como tal el territorio en que aun el Limia no recibe las aguas del Salas y del Olelas.
El cónsul llegó, pues, á este punto, y dió la órden de vadear el Limia.
Pero la legion se detuvo, inmovil, petrificada por el pánico.
Era la caída de la tarde, de una tarde dulcísima de primavera, de una tarde de oro y rosa: había suavidad en la atmósfera, azul y plata en el cielo, frescura en la enramadas, aroma en las flores que cerraban sus corolas, y sonoridad en los cantos de las aves que agitaban sus alas de colores en las florestas.
Nada había que no fuera grato y apacible en el cielo y en la tierra á aquellas horas; nada había en fin que impusiera en la naturaleza; y, sin embargo, la legión no pasaba el Limia.
Décio Junio Bruto espolea su corcel y se adelanta hasta las primeras centurias.
Cuantas centurias revista el rayo de sus pupilas, cuantas se hallaban formadas en el orden mas completo.
Avanza el cónsul hasta las márgenes del Limia, mira á su frente, la orilla opuesta, para ver si descubre a las huestes gallegas que se empeñasen en disputar el paso del río a sus tropas; pero nada, nada descubre su vívida mirada.
Reflexiona el cónsul; comprende la causa de aquel pánico que petrificaba a sus soldados, educados con las fábulas de los griegos; y mandando formar el cuadro á la legión, se coloca en el medio, y la perora con animoso esfuerzo, haciéndole ver cuan errónea era su creencia respecto á tocar las aguas de aquel rio.
En seguida manda deshacer el cuadro, y formar las cohortes en buen órden de marcha para vadear el Limia; -pero al dar la señal de avanzar, nota en ellas la misma inmovilidad, el mismo pánico, la misma petrificación.
Entonces fué cuando, apeándose de su caballo, corre junto al alquilifer, le arrebata el águila, y lanzándose sobre las aguas del Limia, lo vadea animosa y denodadamente.
El ejército, sin embargo de este gran rasgo de su general, proseguía inmovil, sobrecogido de un pavor supersticioso, clavado en fin en su puesto.
Decio Junio Bruto desde la orilla opuesta, vuelve la vista centelleante para aquella gran masa de hombres, y les habla; y al hablarlas con elocuencia, llama á los centuriones por sus nombres, les hace patente que él ha tocado el cristal móvil del Limia y que no había perdido la memoria, por lo que era una preocupación, tan solo una preocupación, la idea de que tenían sus cohortes sobre la cualidad fantástica de aquellas aguas.
La atmósfera era purísima y amante; las arboledas alzaban por donde quiera sus ramas de anchas hojas de esmeralda; las montañas dibujaban sus curvas en el fondo del horizonte, confundiendo su azul oscuro con el azul pálido de los cielos; el Limia estendia á la vista su animada corriente, rizándose en ondas de perlas al chocar en los peñascos; y las aves parecían saludar á la legión con sus redoblados trinos de amor.
Todo era poético en el cielo y en la tierra.
La voz del cónsul, vigorosa y persuasiva, rompia las ondas de luz, arremolinándolas sobre la masa silenciosa de sus tropas; la legión titubea al escucharla; algo de verdad, de sentimiento y de honra penetra en aquellos corazones acobardados, que les obliga á bajar la vista; los mas bravos de una centuria se mueven por fin á su frente, y se arrojan al rio atraidos por las razones que modulaba aquella voz; en pos de ellos siguieron centurias completas rápidamente; y por último, y con igual rapidez, una cohorte, que arrastró á todo el ejército".