LOBEIRA EN 1893; VISIÓN DE LA MARGEN DERECHA DEL RÍO LIMIA EN LA OBRA DE BENITO FERNÁNDEZ ALONSO: "EL RÍO LIMIA Y SUS CONTORNOS"
"Dejando á un lado toda digresión, seguiremos la mansa corriente del Limia, que hasta llegar al Puente Pedriña {obra de los romanos proxima á desmoronarse} apenas se deja sentir su movimiento: al avistarse con este ruinoso monumento las aguas quieren zozobrar, previendo el rudo choque que las amenaza en la escabrosidad de su cauce: enturbiadas olas se retornean hirviendo en la superficie, y se estrellan agolpadas contra las romas peñas que las empujan.
Parecen ensoberbecerse enfrente del peligro, y al hundirse dos enormes montañas, hacen comprimir sus cristalinas aguas trazando en su centro un oscuro y cavernoso risco: escúrrense apresuradamente á recorrer al retortero por entre oradadas rocas,y aprieta su corriente hasta pararse amedrentado en la fecha de Cabaleiros. Las "Conchas" es el punto elegido por la naturaleza para sorprendernos con una imponente y soberbia cascada; su batiente hace retemblar con espantoso rugido las peñas que le guarnecen, y al tonante eco de sus estrepitosos bramidos, retruenan bosques tan antiguos como el mundo. Descomunales peñascos recortan el lóbrego recinto, y espumosas aguas en tortuoso breñal perfilan mil giros caprichosos; puntiagudas rocas, alzadas desde el fondo del precipicio, deslizan la vertiente en múltiples arroyuelos, y en sus quebraduras aparecen molduradas perlas, dignas de competir al aljófar y á la nieve. El salto enorme de las aguas, torturadas por los vientos, se une y se esparrama, formando á su caida una vaporosa nube, que manejada por la brisa ofrece al espectador un irradiante arco iris. A larga distancia resuena el estruendo de la torrente, y su ruido se ensoberbece ó amengua á medida que el Setentrión ó Levante juegan descompasados con sus nacaradas aguas. A la derecha de este poético panorama se levanta un cerro que los naturales conocen por el "Castro de San Adrian"; en este promontorio hubo un soberbio castillo, de cuyo asiento aun se conservan vestigios: á muy pequeña distancia, y en la vertiente de aquella altura se halla el priorato de Cabaleiros, hoy San Martín de Grou, en donde en otro tiempo hubo un convento de monjes de la órden de San Agustín, y á el parece que se refiere nuestro historiados el P. Florez {"España Sagrada", t. XVXII, pág. 26}. Los monjes de este monasterio fueron los fundadores del pueblo de la Fraga, su anejo, sito muy cerca de la cumbre del monte, á donde un pastor cuidaba los rebaños de los monjes de Cabaleiros, y como fuesen creciendo las ovejas y multiplicándose los pastores, fué inmediata la precisión de desgajar algunos añosos robles despojándolos de sus ramas para cubrir las chivanas construidas por los pasteadores del monasterio; mas tarde estas humildes chozas fueron metamorfoseadas; su techumbre de hojas, convertidas á cada paso en juguete del vendabal, quedó transformada en pajas de centeno, arrancadas de una tierra tan virgen como sus moradores; los montes, cuyo producto no había sido otro que espinos y zarzas, llegaron a convertirse en sembrados de verdosa y abundante mies. De esta manera el anacoreta, el que no tenia otra sociedad que pacificados seres, aquél a cuyo oído no llegaba otra voz que los balidos de sus ovejas, el ladrido del mastin ó los terribles ahullos del hambriento lobo, llegó a ser y son sus descendientes pacíficos vecinos y habitadores de un poblado lugar. Las gotas de sudor resbaladas por su tostada frente, cultivan, y amasan el pan que engruesa sus fornidos hombros. Tiempo andando, los frailes de Cabaleiros pusieron á aquellos montañeses un pastor espiritual; un sacerdote dirijia aquella reducida grey, y aun sigue alli un capellan sujeto al prior de San Martín de Grou.{Cabaleiros (Priorato)}.
Los frailes de este monasterio eran dueños de casas y rentas en diferentes puntos, algunos de los cuales reseñaremos en su lugar; en el interin, bástenos decir que los monjes del Priorato eran muy atendidos por los prelados y respetados por las justicias. La topografia y calidad del terreno que circunferencia á la casa rectoral-convento es verdaderamente pintoresco y sin rival á orillas del Limia: en aquel precioso recinto ejerce pleno su predominio una dulce temperatura, que ni destruyen los frios y escarchas del invierno, ni el sofocante e insoportable calor del verano. La risueña estación primaveral le reviste con su espeso follaje, y las matizadas flores impregnan el delicioso ambiente con las mas delicadas esencias; abundantes árboles de variadas frutas alargan mas tarde sus ramas para coronarlos con sazonado manjar. Nada mas poético que discurrir por la orilla en descenso á la "viña del Prior" {propiedad de D. Manuel Alonso} y hallarse sorprendido con la agradable emoción que se siente á la vista de un llano cuajado de naranjos y limoneros que con su aroma embalsaman la atmósfera en una gran circunferencia. Innumerables globos de oro pendientes de aquellas ramas pululan en el hermoso naranjal, y la frondosidad de aquel apartado edén forma un constraste admirable con las breñas que aprisionan su fornido tronco: las legumbres y las flores abren expedito paso á los limones y naranjas que ruedan en desórden por el privilegiado suelo, haciéndose antitéticas á su propia naturaleza. La fresca sombra de tan incomparables arbustos proporciona el placer de contemplar, á través de entrelazadas hojas, límpidas aguas que descansan angustiadas del cruel embate acabado de sufrir. Ni la apiñada camelia, ni el dorado limón ponen obstáculo para divisar en el cercano estanque los mil jiros que pintadas truchas trazan en medio de su líquido elemento; sus diamantinos ojos, asemejados á la mas luciente esmeralda, trslucen su brillantez á través de la gran masa que les rodea, y coleando en complicadas direcciones dejan burlada la intención del pescador más lince; surcan á menudo la superficie, alcanzando su redondeada boca hasta los diminutos cínifes que fluctúan en el aire. Plateados cuerpos hierven en el centro transparente, y por su diáfano cristal se descubren mil argentados riscos que á los destellos de un sol Poniente se agitan en confusa babel. Nada mas encantador que á la desaparición del sol por las doradas puertas del Occidente, y cuando el crepúsculo vespertino extiende sus apacibles alas, hallarse instalado sobre una roca y cobijado por el verdor de aquella sublime vegetación, aspirar el grato aroma que se ostenta en tan portentoso oropel; la antorcha del universo, irradiando el azulado cielo, le deja esculpido en el fondo de las aguas. La desaparición de aquel astro luminoso queda reemplazada por la mas sosegada calma, y los perfumes embriagadores que regalan una atmósfera de quietud, rinde homenaje al pausado rio que nuevamente se dispone á tomar camino del Océano con su acostumbrada lentitud.