VERSIÓN DEL POLÉMICO PASO DEL RÍO LIMIA QUE OFRECIÓ EN 1742 DON BENITO JERÓNIMO FEIJOO,(EL PADRE FEIJOO), EN EL TOMO PRIMERO DE SUS "CARTAS ERUDITAS Y CURIOSAS", PUBLICADO EN 1777.
En la ficción de la Laguna Stigia, y el Barquero Caron, se mezclaron la Historia Natural, y la Civil. Hay en la Arcadia una Laguna, que no sólo se llamaba Stigia, cuando los Poetas empezaron a hacerla famosa con sus invenciones; mas muchos siglos después conservó este nombre, pues aun en tiempo de Plinio le tenía; y no sé si aun hoy le tiene con alguna alteración. La mortífera calidad de sus aguas dio ocasión a los Poetas para fingir infernales, o colocar en la Región de los muertos, así a la Laguna, como al Río de que se forma. Plinio dice, que su agua bebida, mata al momento, añadiendo de autoridad de Teofrasto, que se engendran en ella unos pequeños Peces, cuya comida también es venenosa. Facultad tan intensamente corrosiva le atribuyen algunos otros Autores antiguos, que no se puede conservar en algún vaso de cualquiera materia que sea, porque todos los roe, y deshace, a excepción del que se forma de la uña del Asno silvestre: (de Caballo simplemente dicen algunos) y los émulos de Aristóteles fingieron, que él reveló este secreto a Antípato, porque pudiese enviar a Babilonia esta agua venenosa, y matar con ella a Alejandro.
El sabio Abad Fourmont, que pocos años há (los de 29, y 30) hizo de orden del Rey Cristianísimo un viaje literario en Levante, y examinó con la mayor exactitud toda la Grecia, registró cuidadosamente la Laguna Stigia, después de haber pasado un arroyo, de cuyas aguas se forma. La descripción que hace de ella, es horrible. La agua del arroyo es clara; pero degenera tanto en entrando en la Laguna (alteración, que debe atribuirse a las malas calidades, y materias del suelo, o terreno de ella) que no hay cosa más odiosa a la vista, en toda la naturaleza. Presenta en la superficie una confusa mezcla de los colores más desapacibles, y tediosos. Un moho espeso, del color de orín de cobre, taraceado de negro, sobrenada en ella, moviéndose al arbitrio de los vientos, y formando borbollones, como de betún, y brea. No es menos funesta la actividad de las aguas, que ingrato el aspecto. Los vapores, que se elevan de ellas, marchitan todas las plantas que circundan la Laguna, y todos los Brutos huyen de sus orillas. Una circunstancia, que refiere el Abad Fourmont falsifica lo que dejó escrito Teofrasto, de que sus Peces comidos son venenosos, pues dice, que ningún Pez puede vivir en aquellas aguas; pero esto las deja en tan mala, o acaso peor condición, pues son mortíferas para los mismos Peces.
Siendo por tantos capítulos horroroso, y funesto aquel Lago, no hay que extrañar que la fantasía poética hallase en sus circunstancias motivo suficiente para colocarle en la Región del horror, o a la entrada de ella.
La Fábula del Barquero Carón, que por la Stigia conducía las almas de los muertos, recibiendo un óbolo (moneda Ateniense, según Nebrija, que valía como seis maravedís nuestros) de cada una por el transporte, fue derivada de una Historia Egipciaca, referida por Diodoro Sículo. Había en Egipto un Lago, donde embarcaban los cadáveres después de embalsamados, para darles sepultura en la opuesta orilla; y había Jueces señalados para examinar el modo de vivir que habían tenido los difuntos, y pronunciar conforme a él, si eran dignos, o indignos de sepultura: ministerio que ejercían con tanta severidad, que a algunos cadáveres Reales se negó este común honor. Añádese a esta Historia, una tradición que el citado Abad Fourmont dice dura aún en aquella parte de Egipto; y es, que hubo un Tirano, Administrador de Rentas de uno de los Faraones, el cual estableció sobre este transporte una especie de tributo, que le produjo grandes riquezas. Ve aquí en el Egipto, y Grecia hallados materiales verdaderos para la Fábula de la Laguna infernal: la Barca conducidora de los muertos al Abismo, y el avaro Barquero Carón.
El Río Infernal Lete, o Letéo, cuyas aguas, según la Fábula, son obligados a beber los muertos para perder la memoria de cuanto han visto, o sabido en la Región de los vivos, es también originario de la Africa, como la barca de Carón. Nace este Río cerca de la gran Sirte; y metiéndose debajo de tierra, por donde corre oculto algunas millas, vuelve a la luz cerca de la Ciudad de Berenica; (hoy Bernich, o Bernicho) pero muy engruesado de caudal, por haber recibido muchas aguas en los senos subterráneos: lo que ocasionando la aprehensión de que no es el mismo Río, que antes se había visto sepultarse, dio lugar a la ficción de que sale del Infierno.
Tuvo también en la antigüedad el nombre de Lete el Río llamado hoy Limia, que corre por mi País natalicio; y de quien era persuasión común entre los Romanos, que tenía la misma propiedad, que los Poetas atribuían al Río Infernal, de hacer olvidar de todo, no sólo a los que bebían su agua, mas también a los que le vadeaban; en que es incierto, si este error preconcebido en orden al Río Lete de mi tierra, originó la ficción del Río Lete del Infierno; o si estando antes establecida la Fábula del Río Lete del Infierno, y de su propriedad de infundir olvido de todo, sabiendo después, que había un Río del mismo nombre en aquella parte de Galicia, por un transtorno, o mala adjetivación de ideas, que es muy frecuente en el Vulgo, se excitó, y extendió la imaginación, de que el Río Lete de Galicia tenía aquella propiedad.
Como quiera, esta opinión estaba tan entablada en el Vulgo de los Romanos, que cuando el Cónsul Décimo Bruto, como le llama Floro, o Aulo Bruto, como le nombra Veleyo Patérculo, que fue el que conquistó a Galicia, y por esta conquista adquirió el renombre de Gallego, hubo de pasar aquel Río, ninguno de sus Soldados, temiendo incurrir aquel general olvido, se atrevió a vadearle hasta que el Cónsul, que no estaba preocupado de aquel vulgar error, pasó a la otra orilla; y llamando a algunos por sus nombres, les dio a conocer, que no padecía el olvido que ellos temían. Formidatum Romanis flumen oblivionis, dice Floro.